La termografía puede considerarse una medida de la emoción, constituyendo un marcador somático de la experiencia subjetiva que puede ser de utilidad en otros contextos.
Una de las partes del cuerpo humano donde las emociones se perciben con frecuencia es en el cuerpo y la cara, donde se hace manifiesto que los cambios fisiológicos surgen de los estados emocionales. Al ser un indicador fisiológico, la temperatura puede emplearse también como marcador psicológico.
Diversos estudios han demostrado que existe una huella térmica específica asociada a estados emocionales básicos como la alegría o el dolor, o a estados emocionales más complejos, como la empatía o el amor y es ahí donde la termografía se presenta como una técnica prometedora para avanzar en el conocimiento de los mecanismos psicológicos que subyacen al comportamiento humano.
No hay día en que no percibamos una gran cantidad de pensamientos y sentimientos, los cuales son inevitables y desbordan nuestro control en muchas ocasiones, lo que refleja cambios en la temperatura del cuerpo humano.
La termografía representa de forma visual los cambios de temperatura corporal que experimentamos debido a determinadas situaciones emocionales, de forma que, cuanto mayor sea nuestra temperatura, mayor será la intensidad de la energía infrarroja que desprenda nuestro cuerpo.
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Más en concreto, los cambios de temperatura en determinadas zonas de la cara ante pruebas cognitivas y emocionales. Estos cambios reflejan nuestros estados mentales y sentimientos, o lo que es lo mismo, la interacción entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso autónomo.
La temperatura habitual del organismo está entre 36º y 37ºC, siendo la frente el punto más estable, mientras que la nariz es el más variable.
De acuerdo a un estudio realizado por Hirokazu Genno, una actividad que implique un esfuerzo mental puede hacer que la temperatura facial descienda. Para nuestro cuerpo la actividad mental se asemeja a la respuesta de estrés, que produce un proceso de vasoconstricción en la nariz.
Otro estudio arrojó que el descenso de temperatura no se debe a un factor fisiológico, como lo sería realizar una actividad física, sino psicológico, una tarea estresante, que muestra un patrón termográfico concreto. Ésta es la clave para aplicar esta técnica a otros procesos psicológicos que contienen respuestas similares, equiparables, del sistema nervioso, como las emociones.
Termografía para detectar el amor
De acuerdo a un estudio realizado en Centro Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada, la termografía infrarroja puede revelar quién nos ama con una sencilla técnica, la cual consiste en medir la radiación infrarroja reflejada por la piel humana, es decir, la temperatura de la piel.
En el caso del amor, simplificando un poco podemos decir que sus componentes psicológicos son la pasión (el deseo), la intimidad (la ternura o empatía) y el compromiso social (expectativa de duración, a través del matrimonio o la hipoteca, de un contrato social).
Estos tres factores se combinan de distintas maneras en cada pareja, dando lugar a múltiples tipos de amor, como el amor vacío (fundado exclusivamente en el contrato social) o el amor pleno (con los tres factores).
Usando termografía, se ha demostrado que la pasión eleva la activación fisiológica, desencadenando una subida térmica en cara, manos y pecho.
Con la intimidad se produce además un efecto visceral, concretamente una bajada de temperatura en el torso, pecho y abdomen. En cuanto al compromiso, sólo produce un ligero enfriamiento en las manos.
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Además, en el mapa térmico de la atracción sexual y de la amistad, se pudo observar que son radicalmente diferentes al de la pasión e intimidad.
Otras emociones que se pueden detectar con termografía
También, con la temperatura se puede determinar con una exactitud muy precisa y de un modo objetivo si una persona siente ansiedad o depresión, así como averiguar si una canción causa algo en ella, además de que se puede detectar su afinidad ideológica y saber si tiene algún sentimiento de culpa o frustración.
Además, la termografía ayuda a detectar ciertos rasgos básicos de la personalidad de un sujeto (si es extrovertido o introvertido, su nivel de empatía y si es o no neurótico), así como si sus decisiones son impulsivas o calculadas, o si una persona actuará de modo egoísta o altruista ante un dilema moral.
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